La Alfabetización emocional es definida por Güel (1998) como el proceso de enseñanza-aprendizaje donde otros ámbitos del individuo se toman en cuenta, como las emociones y sentimientos, los mismos que serían determinantes en la relación del individuo con los diferentes actores animados o no, que están involucrados. Tal es el caso de maestros, compañeros, libros, temas, actividades, etc.
La alfabetización emocional es un término que representa la acción de educar las emociones en el ámbito escolar, como componente transversal curricular con carácter continuo que algunos autores como Bisquerra (2000), lo consideran sinónimo de educación emocional definiéndola como un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo de las competencias emocionales como elemento esencial del desarrollo humano, con objeto de capacitarle para la vida y con la finalidad de aumentar el bienestar personal y social.
De acuerdo a lo citado por Bisquerra a través de la alfabetización emocional se desarrollan las competencias emocionales, y para lograrlo Sambrano (2014) esboza que la alfabetización emocional debe comenzar en las primeras etapas de la vida, para lo que se necesita la formación de los futuros padres y de los docentes. En el hogar, la escuela, el trabajo y la comunidad es preciso que haya reglas,
normas de convivencia, que lleven consigo formas sanas de expresión emocional.
Por su parte Goleman (1995), manifiesta que más allá de la preparación de los maestros, la alfabetización emocional amplía la visión que tenemos de la tarea que debe cumplir la escuela, convirtiéndola en un agente más concreto de la sociedad para asegurarse que los niños aprendan estas lecciones esenciales para la vida. El autor así mismo hace referencia al extendido beneficio de la alfabetización emocional para la aptitud emocional y social del niño, para su comportamiento dentro y fuera del aula, y para su habilidad para aprender.
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