o
LAS ESFERAS PRINCIPALES
·
RECONOCER NUESTROS SENTIMIENTOS
ü Para reconocer nuestros
sentimientos, tenemos que empezar por identificar las emociones.
No estamos acostumbrados a hacerlo, por varias razones:
ü Es algo que aprendimos desde
pequeños, ya sea porque nuestros padres lo hacían o porque le quitaban
importancia a nuestras emociones con comentarios como:
ü "No llores, eso no puede
dolerte tanto.
No debes enojarte con tu hermano.
No tienes porque estar triste, no es más que un juguete que se rompió".
ü
Creemos, equivocadamente, que si "no sentimos", o que si nos
mantenemos muy ocupados, el dolor va a desaparecer.
ü
Pensamos que no deberíamos sentirnos así, porque no está de acuerdo con
la imagen que tenemos de nosotros mismos o con la que queremos dar.
ü Pero existen ciertas señales, que
pueden indicarnos que algo nos está afectando, como por ejemplo:
ü
Estar aburridos constantemente,
ü humillar a la gente, con
"bromas" que les molestan,
ü ver que la gente nos evita,
ü encontrarle defectos a casi todas
las cosas o personas,
ü estar deprimidos, desganados, sin
energía o apáticos, con frecuencia,
ü tener molestias físicas,
problemas para dormir, etc., sin que sean resultado de alguna enfermedad o
medicina que estemos tomando,
ü dedicarnos a alguna actividad en
exceso, como comer, trabajar, comprar, hacer ejercicio, ver televisión, etc.
Esto nos indica que hay alguna situación y/o emoción a la que no nos podemos
enfrentar; sin darnos cuenta de que, escondiéndola, sólo la ayudamos a tomar
más fuerza.
MANEJAR TUS EMOCIONES
ü
Del mismo modo, tus emociones tampoco aparecen o desaparecen
cuando tú lo decides. Pero, ¿es posible tener algún control sobre
las emociones o debes resignarte a que dominen tus actos?
ü
¿Alguna vez te has preguntado porque alguien es capaz de hablar en
público sin aparentar nervios mientras que otra persona se viene abajo? ¿Por
qué hay gente que en una discusión sucumbe a la ira mientras otros mantienen la
calma?
ü
Si bien tiene sentido que te sientas triste cuando te dan malas
noticias, eso no significa que tu única opción sea quedarte llorando en un
rincón (esa actitud probablemente te mantenga afligido durante más tiempo).
Reconocer que estás triste a la vez que te fuerzas a ti mismo a hacer algo
productivo te ayudará a sentirte mejor antes.
ü ¿Decides tú cómo
controlar las emociones?
ü
Hay muchas teorías al respecto. Algunos psicólogos creen que
tenemos el control total sobre nuestras emociones y otros creen que no existe
ninguna posibilidad de controlarlas.
ü
Sin embargo hay investigaciones que
concluyen que la forma en que interpretas tus emociones puede cambiar
la forma como las vives. La forma en que reacciones frente una
emoción en concreto condicionará cómo actúa sobre ti.
ü El
orador que sufre frente la idea de hablar en público lo hace porque interpreta
sus nervios como algo negativo, como una señal que le está enviado su cuerpo
para que salga corriendo de allí.
ü Por
otro lado, alguien que interprete esos mismos nervios como excitación y ganas
de hacerlo bien probablemente tenga más éxito en su conferencia.
ü
La moraleja es que tu cuerpo te proporciona la energía para
hacer algo, pero cómo usar esa energía lo decides tú.
Hay gente que paga dinero y hace horas de cola para subirse a una montaña rusa,
mientras que otros no se subirían ni en sueños. Ambos sienten los mismos
nervios, pero los interpretan de forma diferente: diversión frente terror.
ü Lo que ocurre cuando
tus emociones se descontrolan
ü
No puedes evitar sentir emociones. Las emociones están ahí
porque tienen
una función evolutiva, un sentido biológico de supervivencia.
Si nuestros antepasados no hubieran sentido miedo delante de una manada de
tigres, probablemente el ser humano no hubiera llegado hasta hoy en día.
ü
La amígdala es
la parte de tu cerebro encargada de disparar las emociones, como si fuera una
respuesta automática en forma de agresión o huida frente una amenaza. Por eso
es tan difícil controlar mediante la fuerza de voluntad el origen de tus
emociones: significaría anular esta respuesta para la que estás
programado genéticamente.
ü
Este tipo de respuesta emocional es por lo tanto, necesaria. Sin
embargo, en algunas personas no está correctamente regulada y puede ocurrir
que:
ü Se
dispare en situaciones donde no existe una amenaza real (provocando la ansiedad)
ü Sea
incapaz de desactivarse con el paso del tiempo (como en la depresión).
Por algún motivo, el cerebro entra en modo de supervivencia y se queda anclado
ahí.
ü
Cuando estás en fase de lucha-huida y la amígdala ha tomado el
mando de tus actos, normalmente ya es demasiado tarde. Por
eso debes aprender a actuar antes. Tienes que
acostumbrarte a detectar aquellas señales que te indican que vas camino de no
poder dominar tus emociones.
ü
Esta es la única forma en que serás capaz de detener el proceso
(o retrasarlo) antes de que sea demasiado tarde. Una vez las emociones te
dominan, eres poco más que una bestia acorralada.
AUTOMOTIVACION
La definición de la automotivacion es
darse a uno mismo las razones, impulso, entusiasmo e
interés que provoca una acción específica o un determinado comportamiento. La motivación está presente en todas las funciones de la vida: actos simples, como el comer que está motivado por el hambre, la educación está motivado por el deseo de conocimiento. Pero cuando hablamos de automotivación es algo diferente ya que es la motivación hacia uno mismo.
La habilidad de motivarnos, el optimismo, es uno de los requisitos
imprescindibles
para la consecución de metas relevantes y
tareas complejas y se relaciona con un amplio elenco de
conceptos psicológicos que usamos habitualmente: control de impulsos, inhibición de pensamientos negativos, estilo atributivo, nivel de expectativas y autoestima.
La capacidad de motivarse a uno mismo se
pone especialmente a prueba cuando surgen las dificultades,
el cansancio, el fracaso, es el momento en que mantener el pensamiento de que las cosas irán bien, puede significar el éxito o el abandono y el fracaso. |
SABER RECONOCER LOS SENTIMIENTOS DE
LOS DEMAS
Hay personas que sufren de una especial falta de intuición ante los
sentimientos de los demás.
Pueden, por ejemplo, hablar animadamente durante tiempo y tiempo, sin darse
cuenta de
que están resultando pesados, o que su interlocutor tiene prisa y
lleva diez minutos haciendo ademán de querer concluir la conversación, o dando
a entender discretamente que el tema no le interesa en absoluto.
A lo mejor intentan dirigir unas palabras que les parecen de amigable y cordial
crítica constructiva –a su cónyuge, a un hijo, a un amigo–, y no se dan cuenta
de que, por la situación de su interlocutor en ese momento concreto, sólo están
logrando herirle.
·
O irrumpen sin consideración en las
conversaciones de los demás, cambian de tema sin pensar en el interés de los otros,
hacen bromas inoportunas, o se toman confianzas que molestan o causan
desconcierto.
·
O quizá intentan animar a una persona
que se encuentra abatida después de un disgusto o un enfado, y le dirigen unas
palabras que quieren ser de acercamiento pero, por lo que dicen o por el tono
que emplean, su intento resulta contraproducente.
·
O hablan en un tono imperioso y
dominante, pensando que así quedan como personas decididas y enérgicas, y no se
dan cuenta de que cada vez que con su actitud cierran a uno la boca suelen
hacer que cierre también su corazón.
—¿Y por qué crees que esas personas son así? ¿Por qué parecen entrar en la vida de los demás como un caballo en una cacharrería?
No suele ser por mala voluntad. Lo más habitual es que, como decíamos, les falte sensibilidad ante los sentimientos ajenos.
Como ha señalado Daniel Goleman, las personas no expresamos verbalmente la mayoría de nuestros sentimientos, sino que emitimos continuos mensajes emocionales no verbales, mediante gestos, expresiones de la cara o de las manos, el tono de voz, la postura corporal, o incluso los silencios, tantas veces tan elocuentes. Cada persona es un continuo emisor de mensajes afectivos del más diverso género (de aprecio, desagrado, cordialidad, hostilidad, etc.) y, al tiempo, cada persona es también un continuo receptor de los mensajes que irradian los demás.
—¿Y por qué crees que esas personas son así? ¿Por qué parecen entrar en la vida de los demás como un caballo en una cacharrería?
No suele ser por mala voluntad. Lo más habitual es que, como decíamos, les falte sensibilidad ante los sentimientos ajenos.
Como ha señalado Daniel Goleman, las personas no expresamos verbalmente la mayoría de nuestros sentimientos, sino que emitimos continuos mensajes emocionales no verbales, mediante gestos, expresiones de la cara o de las manos, el tono de voz, la postura corporal, o incluso los silencios, tantas veces tan elocuentes. Cada persona es un continuo emisor de mensajes afectivos del más diverso género (de aprecio, desagrado, cordialidad, hostilidad, etc.) y, al tiempo, cada persona es también un continuo receptor de los mensajes que irradian los demás.
APRENDER A MANEJAR LOS SENTIMIENTOS
DE LOS DEMAS
En la relación con los demás, lo
principal consiste en optimizar las habilidades que nos permiten intuir cómo se
sienten otros y "regular las emociones de los demás con lo que hacemos y
dejamos de hacer, algo que todos hacemos todos los días de forma involuntaria y
generalmente, negativa, logrando generan en los demás lo no buscado".
Según este experto, la
inteligencia emocional de los profesionales de la sanidad ya es un factor a
valorar en la selección de personal en Estados Unidos y una materia a impartir
en los programas de formación, ya que manejar habilidades sociales "equivale
a disfrutar de mejor salud mental, menos ansiedad y depresión y menos problemas
con la gente con la que se desarrolla cada día el trabajo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario